“El misterio de la Puerta del Infierno: el aliento venenoso de Plutón, que fulmina a cualquier ser vivo que ose acercarse a sus inmediaciones”
Allá por el siglo I, en lo que hoy es Turquía, se erguía la Hierápolis, la cuidad Sagrada fundada por el mismísimo Apolo, según la tradición. Por ello se edificó el Templo dedicado a él, encima de una caverna subterránea, el plutonium, en homenaje a Plutón, rey del Inframundo, y que presuntamente era la Puerta del Infierno: era el lugar de sacrificios para los sacerdotes.
Ante el estupor y el asombro de los presentes, los animales llevados ante la puerta morían en segundos, mientras que los sacerdotes que guiaban a los toros para sacrificarlos como ofrenda, por su “supuesta divinidad”, salían ilesos. El historiador griego Estrabón suponía que la inmunidad de los sacerdotes tenía que ver con su castración, ya que eran eunucos:
“Este espacio está lleno de un vapor tan denso y opaco que apenas puede verse el suelo. Cualquier animal que entre conocerá la muerte súbita. Traje gorriones y soltaron su último aliento antes de morir de manera instantánea»…
Plinio el viejo, autor e historiador romano, describió el fenómeno como “la alcantarilla de Charon”, de Charonte o Caronte, el mítico balsero que llevaba a las Almas recientes a través del río Estigia y Acheron, hacia las profundidades del Inframundo, siempre que tuvieran un óbolo, para pagar el Viaje.
Pero nada más lejos de la realidad…
Ahora, los científicos han dado con la respuesta a este enigma de la Antigüedad y la han publicado en la revista de Ciencias Arqueológicas y Antropológicas, a principios de este año. En su investigación, demuestran que hay una fisura en esa área de la caverna, que emite altas concentraciones de CO2, que serían mortales para cualquier ser vivo.
Hardy Pfanz y su equipo de vulcanólogos, utilizaron un analizador de gases portátil y descubrieron en la boca de la cueva, concentraciones de hasta un 53% de CO2, mientras que en el interior podía llegar a un 91%, más que suficiente para matar a cualquier organismo.
«Los problemas para los mamíferos (incluidos los humanos) comienzan muy por debajo del 5% de CO2», dijo Pfanz. «Una estancia más prolongada al 7% y más provoca sudoración, mareos, taquicardia, etc. Un aumento adicional provocaría asfixia debido a la falta de oxígeno y a la acidificación de la sangre y del cuerpo o las células del cerebro». Mientras hacían su investigación, Pfanz y su equipo encontraron gran variedad de animales, aves, ratones y escarabajos muertos.
Pfanz indica que el CO2 es más pesado que el aire y por lo tanto, queda más a nivel del suelo, como un lago de gas tóxico y que su concentración oscila a lo largo del día, siendo más intensa durante el amanecer y el atardecer, ya que la luz solar dispersa el gas. Seguramente, los sacerdotes conocían estas fluctuaciones y como eran más altos que los animales, sabían que no iban a resultar dañados.
Y así quedó resuelto el misterio de la Puerta del Infierno.
Fuentes Consultadas: