La historia del Tomanowos es la historia viva de EEUU. La masa de roca y metal se estampó en llamas sobre el noroeste del país hace 10 milenios. Un glaciar de la edad de hielo lo deslizó hasta lo alto de una colina situada al sur de Portland, la capital de Oregón. Su nombre significa “el visitante del cielo” en el extinto idioma de los indios clackamas, para quienes Tomanowos fue el meteorito que unió cielo con tierra y agua.
Su travesía por nuestro planeta podría ser el tema de una novela de viajes y aventuras. Como si no fuera suficiente el hecho de viajar millones de kilómetros espaciales.
Los colonos europeos la encontraron hace más de cien años junto a Portland (Oregón). Hoy yace en el Museo de Historia Natural de Nueva York, con el aséptico nombre de Meteorito Willamette.
Tomanowos, es un raro meteorito de 15 toneladas compuesto de hierro y níquel (Fe 91 %, Ni 7,6 %). descubierto en Oregón (Estados Unidos) en el año 1902. Es el meteorito más grande que se ha encontrado en ese país y el sexto mayor del mundo. En el lugar del descubrimiento no hay restos de ningún cráter de impacto.
Tomanowos, el meteorito que unió cielo con tierra y agua
Para la tribu de los indios Clackamas, el aerolito era la demostración inequívoca de que la verdad está ahí fuera. Y lo adoptó como símbolo sagrado de los espíritus exteriores.
«Todavía cantamos hoy algunas de las canciones que nos enseñó el meteorito», dice Ryan Heavy Head, miembro de la histórica tribu.
Por los avatares del destino, la piedra había caído en un valle, cerca de donde hoy se asienta la ciudad de Portland, capital del estado de Oregon. Y muchos años más tarde, fue subida a la cima de una colina y quedó en una posición de altura: Y los ancestros de estos clackamas que hoy peregrinan, la bautizaron Tomanowos y la designaron como un enlace entre los dioses y sus hijos.
Según Heavy Head, durante siglos sus ancestros enviaban a los jóvenes de la tribu a hacer vigilias: se reunían en torno al meteorito para recibir los mensajes del mundo de los espíritus. Y el agua de la lluvia que se colaba por los cráteres, era agua sagrada para ellos. Otras tribus de la zona, construyeron una especie de “Camino del Meteorito” que conducía a los peregrinos hacia la piedra prometida. Tomanowos es una piedra oráculo que, según Ryan Heavy Head, comunicaba cantando, con una voz ronca y desde luego pedregosa, sus consejos y vaticinios.
Llega el hombre blanco
Los clackamas decidieron establecer su pueblo alrededor de Tomanowos. Mala idea: como todos los pueblos indios, tuvieron el mal tino de asentar sus tipis sobre un yacimiento de hierro de importancia estratégica, inaplazable y vital para el gobierno.
Las cosas cambiaron con la llegada del hombre blanco. Los primeros colonos del Estado descubrieron que la zona en torno al meteorito estaba asentada en una suculenta mina de hierro en el valle Willamette. Los indios, conscientes de que no estaban para negociaciones, aceptaron trasladar su residencia a un lugar cercano, a cambio de conseguir una reserva permanente y fundamentalmente, de seguir vivos.
En 1855, con el pretexto de que su asentamiento se interponía entre el país y su hierro, los clackama fueron trasladados lejos de su oráculo y confinados a una reserva india.
Fue entonces cuando empezaron a hacer peregrinaciones, cruzando bosques, tundras y carreteras, desde su reserva hasta la colina, donde Tomanowos aconsejaba y pronosticaba con sus canciones. Pero la desgracia del pueblo de los clackamas se hizo patente cuando un contrabandista de licor, que cabalgaba por la colina, presenció uno de los vaticinios donde la piedra “cantaba”.
El robo
Era un colono llamado Ellis Hughes, que decidió apropiarse en secreto de la roca de hierro y la trasladó a sus tierras. Pero no es fácil mover 15 toneladas más de un kilómetro,
sin despertar sospechas, ni siquiera en Oregón. Unos días más tarde, cuando los indios ya habían regresado a su reserva, el contrabandista, bien provisto de poleas, caballos y media docena de cómplices, robó la piedra. Durante los tres meses de penoso transporte nocturno, el meteorito sufrió severas mutilaciones.
El colono aplicó con sabiduría las normas del mercantilismo de este país en construcción: la metió en su granero, puso una taquilla en la entrada y cobró 25 centavos a quien quisiera verla. La afluencia de curiosos a aquella choza terminó transformándola en una especie de cantina: se servía bebida y varios grupos de vaqueros, con banjo y pandereta, acompañaban las canciones de la piedra. En otro despliegue de insensatez, un vecino demandó a Hughes, alegando que la roca había aterrizado en su propiedad. Y para respaldar su reclamación, mostró a los investigadores un enorme cráter en su terreno. El caso hubo de ser desestimado, cuando un tercer vecino de la zona informó de una gran explosión escuchada unos días antes.
La venta
El espectáculo se convirtió en un éxito de crítica y público que puso en alerta a la empresa minera, dueña de esas tierras: Irónicamente, el propietario legítimo del lugar del meteorito resultó ser la Compañía de Hierro de Oregón. La empresa desconocía su existencia hasta el momento, pero tardaron poco en confiscarlo y contrataron a un guardia que se sentó encima de la roca con un arma.
Más tarde, la puso a la venta en subasta pública.
Varios empresarios, fascinados por el inexplicable talento de la piedra, pujaron por ella. Pero el mejor postor fue William Dodge, que lo compró por 20.600 dólares de la época. Según declaraciones del alcalde de Portland, aquella suma se utilizó en las maniobras de extracción de hierro del yacimiento estratégico.
Una especie de círculo que se cerraba: los indios habían sido expulsados a causa de ese hierro, que iba a ser extraído con el dinero de la venta de su piedra oracular.
Un poco de historia
Hace un largo, largo tiempo
Tomanowos es un raro meteorito de 15 toneladas compuesto de hierro y níquel (Fe 91 %, Ni 7,6 %). Estos átomos se formaron mediante fusión nuclear en el núcleo de estrellas. Convertidas en supernovas, sufrieron gigantescas explosiones que los esparcieron por el espacio. Hace unos 4.500 millones de años, estos átomos pululaban en una nebulosa de detritos cósmicos que comenzaba a agregarse para formar protoplanetas en el sistema solar. Tomanowos fue parte del núcleo de uno de estos protoplanetas, en cuyo centro se acumulan siempre los metales más pesados.
Más tarde, hace unos 4.000 millones de años, una colisión entre dos de estos protoplanetas devolvió nuestra piedra a la soledad espacial. Lo sabemos porque un choque, es la única manera conocida de extraer una masa de 15 toneladas, del centro de un protoplaneta.
Hace apenas 17.000 años, la órbita de Tomanowos finalmente se cruzó con la terrestre. Como resultado de este billar cósmico, el meteorito entró en nuestra atmósfera, con la suerte de aterrizar plácidamente en un casquete glaciar en Canadá. El hielo glaciar suele ser una importante fuente de meteoritos bien preservados.
La acción del agua y el hielo
Durante las siguientes décadas, el glaciar transportó lentamente a Tomanowos hacia una lengua que en ese momento bloqueaba el río Fork en Montana.
El hielo obstruía el valle fluvial formando una barrera de 600 m de altura que dio lugar al enorme lago Missoula. Aunque ya no quedan restos de esa barrera, conocemos su existencia porque Joseph Pardee encontró, en la década de 1920, los sedimentos del enorme lago que ocupó el valle.
Arrastrada por el glaciar, la roca llegó a la presa de hielo justo el año en que esta colapsó por la presión del agua. Al romperse, provocó una de las mayores inundaciones jamás documentadas: las inundaciones de Missoula. Dieron forma a los Scablands y transformaron el paisaje del estado de Washington. El fenómeno alcanzó una intensidad equivalente a varios miles de cataratas del Niágara.
Al caer el dique glaciar, el meteorito quedó atrapado en un bloque de hielo y fue arrastrado flotando en la inundación. Cruzó los estados de Idaho, Washington y Oregón siguiendo el cauce del desbordado río Columbia a velocidades de más de 20 m/s, según las simulaciones del evento. Cuando flotaba a la altura de la actual Portland, la carcasa de hielo se rompió y la roca se hundió bajo las aguas.
Tras la inundación, Tomanowos quedó expuesto a la atmósfera. Durante miles de años, la lluvia reaccionó con un mineral raro en la Tierra pero común en los meteoritos, la troilita (FeS). El agua disolvió lentamente el hierro, formando las cavidades de la roca.
Viaje en el hielo
Los clackamas llegaron a Oregón probablemente poco después de la inundación. ¿Cómo supieron que la roca venía del cielo? ¿Les intrigaba la ausencia de un cráter en el lugar del meteorito? ¿Acaso pensaron en la posibilidad de que una inundación lo llevara al lugar, una teoría que tardaría miles de años en ser desarrollada por la geología?
En cualquier caso, el nombre que le dieron al meteorito nos recuerda que las culturas pre-científicas no eran tontas.
Litigio por Tomanowos
Para los científicos se trata de un meteorito de 15 toneladas que salió del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, cayó sobre la Tierra hace 10.000 años y quedó posado sobre una colina de West Linn, en el Estado de Oregón. Para los indios clackamas, el aerolito se llama Tomanowos (Persona del Cielo) y es una representación sagrada del aire, la tierra y el agua que les envía mensajes espirituales desde el más allá: es el meteorito que unió cielo con tierra y agua…
El problema para ellos es que el meteorito ahora sí que está más allá: Cuando William Dodge lo compró por 20.600 dólares de la época, lo donó al Museo de Historia Natural de Nueva York. Y allí ha estado expuesto desde hace 95 años.
El meteorito es algo más que el elemento primordial de la colección permanente del museo. Durante una renovación reciente, se decidió que en lugar de construir una sala para el cuerpo celeste se edificaría todo un planetario en torno a él. El aerolito no se movió de lugar; tan sólo se construyeron unos pilares de refuerzo bajo la superficie en la que se apoya.
Desde 1999, se ha destacado en la nueva adición conocida como el Centro Rose para la Tierra y del Espacio.
El cuerpo celeste en cuestión pasó de las tribus a los tribunales: Varios representantes de las tribus de Oregón, recorrieron museos de todo el país buscando objetos expoliados a sus antecesores. Se apoyaban en las leyes federales redactadas para proteger los elementos sagrados de la herencia india. Finalmente se decidieron a formalizar la reclamación para exigir la devolución de Tomanowos.
Fin del litigio
Desde el año 1996, comandados por su líder Ryan Heavy Head, los clackama han vivido entregados a la feroz pesquisa de su piedra oracular, siguiendo un único indicio: un decreto gubernamental expropió en 1995 todos los meteoritos que habían caído en territorio nacional y los confinó, para su estudio y exhibición, en una veintena de museos de historia natural.
La tribu intentó repatriar Tomanowos bajo la NAGPRA, la Ley estadounidense de protección de Graves nativo y repatriación de 1990. El museo argumentó que la ley aplica a los objetos ceremoniales hechas por las tribus, no a los objetos tales como el meteorito, que se produjo de forma natural y pueden ser venerado por los pueblos. Según ellos, el meteorito «no entraba en la definición de objeto sagrado definida por las leyes de repatriación». También matizaron que los clackamas nunca fueron los dueños del objeto. Cierto, pero discutible.
Acuerdo
Las Tribus Confederadas de Grand Ronde (descendientes de los Clackamas), reclamaron al museo el meteorito, hasta que se llegó a un acuerdo histórico el 28 de junio de 2000 con el Museo Americano de Historia Natural. En un documento firmado por ambas partes, Ellen V. Futter, presidenta del the American Museum of Natural History, and Kathryn Harrison, chair of the Grand Ronde Tribal Council, que fue ratificado el 20 de agosto 2008.
“El Museo Americano de Historia Natural y las tribus confederadas de la comunidad magnífica de Ronde de Oregon, han firmado hoy un acuerdo histórico que garantice el acceso al Meteorito Willamette, por el Grand Ronde para propósitos religioso, histórico y cultural, manteniendo su presencia continuada en el Museo para fines científicos y educativos. El acuerdo reconoce la tradición de mostrar y estudiar el meteorito durante casi un siglo, al tiempo que permite el Grand Ronde de restablecer su relación con el meteorito, con una visita ceremonial anual. Además, el museo ha comprometido a establecer prácticas para los nativos americanos, para crear nuevas conexiones entre las comunidades y oportunidades para los jóvenes estudiantes”.
El meteorito que unió cielo con tierra y agua
Conclusiones
Desde el año 2000, los miembros de la tribu viajan a la ciudad de Nueva York, cada año en julio para ver Tomanowos. Hoy, los descendientes de los clackamas conservan aún el derecho a visitar al visitante que reunió al cielo con la tierra y el agua, en la última parada de su billar cósmico. Y ahí, en la sección de materia espacial, ante el asombro de turistas y estudiosos, ejecutan su ritual con la esperanza de que Tomanowos despierte y cante y les enseñe, por fin, el camino.
Y esta es la historia del meteorito que unió el cielo con la tierra y el agua…
Fuentes:
abc.es/ciencia/increible-historia-tomanowos
www.nosabesnada.com/tomanowos-el-meteorito-misterioso/
www.usgennet.org/MeteorTreasures
anthro.amnh.org/anthropology/nagpra20/grandronde
theconversation.com/tomanowos-el-meteorito
theconversation.com/instituto-de-ciencias-de-la-tierra
theconversation.com/daniel-garcia-castellanos
www.amnh.org/willamette-meteorite
curadas/conozca-la-historia-de-tomanowos/
wiki/American_Museum_of_Natural_History
wiki/Confederated_Tribes_of_the_Grand_Ronde_Community_of_Oregon
web.archive.org/080820132339/2000/0628/01.html
wiki/Rose_Center_for_Earth_and_Space