En los viejos caminos de la India del siglo XVIII, se contaba una historia inquietante. Viajeros y comerciantes, hablaban en voz baja de los Thugs, una supuesta hermandad de asesinos que acechaba en la oscuridad. No eran simples ladrones: se decía que mataban en nombre de la diosa Kali, y que cada estrangulamiento era un sacrificio ritual.
Entre la historia y la leyenda oscura de la India
Los británicos, que en esa época gobernaban gran parte del territorio, los describían como una organización secreta y meticulosa. Tenían líderes, jerarquías y hasta un idioma propio —el Ramasee— para comunicarse sin levantar sospechas. Su método parecía calculado: uno de ellos se infiltraba entre los viajeros, se ganaba su confianza y, llegado el momento, daba la señal. En algunos testimonios incluso se mencionan venenos como el datura, para adormecer a las víctimas antes del ataque.
La respuesta colonial fue rápida. En 1835 los británicos crearon un departamento especial para acabar con los thugs. Tras décadas de persecución, declararon que la hermandad había sido eliminada. Desde entonces, el mito de los thugs pasó de las crónicas policiales a las páginas de la historia.
Mito o Realidad
Pero aquí surge la duda: ¿existieron realmente como se nos cuenta? Muchos historiadores actuales piensan que los británicos exageraron el fenómeno. Es probable que hubiera bandas criminales que usaban la violencia y el engaño. Pero no está tan claro, que formaran una secta religiosa organizada, ni que fueran tan numerosos como decían los informes coloniales. La figura del thug, tal vez, fue inflada para reforzar la imagen de los británicos como portadores de orden frente al “caos” local.
Lo que sí sobrevivió fue la palabra. Del hindi ṭhag, que significa “embaucador”, pasó al inglés como thug y terminó extendiéndose por todo el mundo. Hoy se usa para hablar de matones o pandilleros, y en la cultura popular —desde canciones de rap hasta películas— sigue cargada de ese eco oscuro que nació en los caminos de la India.
Así, los thugs habitan un espacio ambiguo: parte realidad, parte mito. Fueron criminales, sí, pero también un relato moldeado por el miedo y la política. Y como ocurre con muchas leyendas negras, su sombra aún nos acompaña, recordándonos lo fácil que es que la historia y la ficción se entrelacen hasta volverse indistinguibles.