La creación de la All-domain Anomaly Resolution Office (AARO) fue presentada por Estados Unidos como un gesto de transparencia ante el aumento de informes de fenómenos anómalos no identificados (UAP). Desde entonces, la oficina se ha convertido en el centro de una tensión constante: la promesa de claridad frente a la pesada maquinaria de la seguridad nacional. Si te interesa este tema, hoy te voy a hablar de AARO y el laberinto de la desclasificación.
El reciente documento “AARO and the Declassification Process”, publicado en septiembre de 2025 por el propio organismo, ofrece una radiografía detallada de cómo funciona realmente el proceso de desclasificación. Pone nombres, tiempos y pasos al engranaje burocrático que decide qué información sobre UAP llega finalmente al público y cuál permanece oculta. Y, como era de esperar, el resultado es mucho menos simple de lo que cabría imaginar.
¿Qué investiga exactamente la AARO?
Según el propio documento, la AARO está diseñada para recibir, procesar y evaluar los informes de los UAP que provienen de múltiples sistemas del Gobierno estadounidense. La mayoría acaban teniendo explicaciones convencionales: globos, drones comerciales, aves o fenómenos atmosféricos. Una pequeña fracción conserva características “potencialmente anómalas”, y sobre esos casos recae el grueso del análisis técnico.
La oficina afirma que, hasta la fecha, no ha encontrado evidencia de tecnología o vida extraterrestre. Algo que lleva repitiendo la Administración Pública desde que se publicó el primer informe, allá por 2022. Pero continúa analizando datos procedentes tanto de sensores militares como de testimonios de personal especializado.
¿Por qué tantos datos sobre los UAP están clasificados?
El documento entra aquí en una cuestión muy delicada: la clasificación no depende del objeto observado… sino del sistema que lo observa.
Explica que un simple ejemplo, una foto tomada con un F-35 a una lata de refresco, podría estar totalmente clasificada no por la lata, sino por los metadatos y la información técnica que la imagen revela sobre el sensor, su resolución, su capacidad de enfoque, sus limitaciones y su integración con otros sistemas.
Es decir, el misterio no está en la lata. El misterio en los sensores.
Lo mismo ocurre con los UAP. Aunque el objeto resultara ser un globo, un pájaro o un dron, la imagen puede mantenerse clasificada porque exponerla supondría revelar capacidades tácticas o vulnerabilidades de los sistemas estadounidenses. Y ahí es donde el equilibrio entre seguridad nacional y transparencia se vuelve especialmente frágil.
AARO no tiene poder para desclasificar por sí misma
Este es otro de los puntos relevantes del documento. AARO no puede desclasificar nada por iniciativa propia.
Esto suena a echar balones fuera. Según detalla el informe, cada dato, imagen o registro pertenece a una agencia diferente (principalmente ramas militares), y es ese organismo el que debe decidir si liberar o no la información. Para ello se activa un proceso técnico y jurídico que analiza si la divulgación puede causar “daño”, “grave daño”, o “daño excepcionalmente grave”, a la seguridad nacional.
Incluso cuando el contenido parece inofensivo, los métodos de obtención o los metadatos del archivo pueden obligar a mantenerlo en secreto.
Si la desclasificación se aprueba, total o parcialmente, AARO debe coordinarse con la Oficina de Defensa para la Revisión de Seguridad y Publicación Previa (DOPSR), que valida las redacciones y oculta cualquier parte que continúe considerándose sensible.
Una forma bien articulada y detallada que podría resumirse en “laberinto burocrático”.
La vía pública: informes, web oficial y Archivo Nacional
El documento también detalla cómo llega la información al público. AARO puede:
- integrar datos desclasificados en informes de casos,
- incluirlos en reportes al Congreso,
- o subirlos directamente a su web oficial.
Además, señala un proceso en marcha con la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) para transferir material histórico sobre los UAP destinado al almacenamiento permanente. El objetivo declarado es “reforzar la transparencia”.
En la práctica, el proceso continúa siendo lento, altamente técnico y dependiente de múltiples organismos, lo que explica por qué tantas piezas del rompecabezas UAP tardan años en hacerse públicas… y por qué otras pueden no ver la luz durante décadas.
El documento de referencia
Este artículo se basa íntegramente en el informe oficial, que puedes descargar desde aquí.
Conclusión
Con este documento, AARO intenta aclarar por qué la desclasificación es tan compleja y por qué tantos materiales relacionados con UAP permanecen bajo llave. La transparencia existe, sí, pero está encorsetada por un aparato de seguridad nacional que pesa más que el deseo público de claridad.
Para quienes seguimos este asunto desde hace años, este informe no revela grandes secretos, por no decir que no revela ninguno. Es, en resumen, la problemática de AARO y el laberinto de la desclasificación. Al menos ayuda a comprender el coste burocrático detrás de cada imagen o fragmento de vídeo que finalmente se hace público. Aporta contexto sobre por qué la información avanza con cuentagotas y por qué, incluso con una oficina dedicada a ello, la sombra del secretismo sigue siendo protagonista en el fenómeno UAP.



















