Entre septiembre de 1971 y febrero de 1972, el joven ingeniero mecánico brasileño Paulo Caetano Silveira, vive un conjunto de experiencias que, de no ser por ciertas marcas físicas, nadie le hubiera creído jamás. Aun cuando trató de comunicarlo a las autoridades, pocos tomaron en serio las afirmaciones que aquel muchacho contaba. Allegados y amigos creían que debía estar perdiendo el juicio.
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