En la historia de la ufología, son muchos los nombres que han creado escuela, pese a su discutida credibilidad, a ojos de los escépticos. No hablo de aquellos que, ingenua o valientemente, según se mire, se han atrevido a investigar tan peliagudo asunto. No. Me refiero a aquellos que, buscando a los No Identificados, se han sumido en el farragoso territorio del “contactismo”. En este otro lado de la balanza, están los que han trascendido su condición de “testigo”, a la de “elegido”. Y esta, podría ser la breve crónica de la historia del uno de los primeros. George Van Tassel, el creador de El Integratron.
George Washington Van Tassel
George Washington Van Tassel nace en Jefferson, Ohio, un 12 de marzo de 1910, en el seno de una familia pudiente. Durante su infancia, demuestra ciertas habilidades en la mecánica básica. Su padre, Paul Russel van Tassel, fallece justo el día, en que nuestro protagonista, cumple 9 años. Pero, unos seis años después, su madre vuelve a contraer matrimonio con un vendedor de seguros llamado Frank Hartwell.
Durante el 10º curso de la escuela secundaria, Tassel trabajaba en el aeropuerto de Cleveland, donde consigue una licencia de piloto antes de los 20 años. Pero en 1930, deja los estudios y se muda a California, donde, su tío Glen Paine, regentaba un taller de mecánica. Y empieza a trabajar allí.
Y es justo allí donde conoce a un extraño personaje.
Frank Critzer
Frank Critzer era un inmigrante alemán, que tras trabajar durante años como marinero, decide retirarse por una afección pulmonar. Estaba prácticamente arruinado y acaba en el taller donde trabajaba Tassel, buscando a alguien que pudiera reparar su coche. Critzer estaba sin blanca, pero tenía un sueño. Convertirse en buscador de oro.
Al parecer, tanto Tassel, como su tío, habían empezado a interesarse por la prospección minera. En plena Gran Depresión, su negocio actual no iba muy bien. Así que, y supongo que gracias también al carisma de Critzer, Glen decide invitarle a cenar, a cambio de algo de información sobre este tipo de negocio. Y esta cena convierte en amigos, y casis socios, a los tres. Tal es así, que Critzer pasa las noches en el taller, hasta que Glen arreglara su coche. Le aprovisionan con comida y hasta le regalan 30,00 dólares. A cambio, Critzer les promete poner sus nombres junto al suyo, en cualquier demanda de prospección minera que iniciase.
Pero debe pasar todo un año, antes de volver a recibir noticias del aventurero alemán. Y, de hecho, habían perdido la fe en él, cuando recibieron su carta. Una misiva que incluía un rudimentario mapa, que les conduciría a un lugar llamado Giant Rock.
Tassel como mecánico aeronáutico
Tassel acumula, durante los siguientes años, una gran experiencia como mecánico aeronáutico. Así que, consiguió un puesto en Lockheed. También trabajó para la compañía Douglas Aircraft y en Hughes Aviation. De hecho, fue escogido por el magnate Howard Hughes, como piloto de pruebas, nombrándolo “Inspector de Vuelo Superior”.
Mientras tanto, viajó en varias ocasiones a Giant Rock, para visitar a su amigo. Pero, un día recibe una desagradable noticia. Fran Critzer, había fallecido. En la prensa, lee que el FBI lo había estado investigando, acusado de espionaje. Que este, había fallecido durante el arresto, y que la agencia gubernamental, había requisado sus pertenencias.
Pero Tassel tiene una agenda muy apretada, y no puede visitar Giant Rock. Cuando, por fin, un mes después pudo viajar hasta allí, y comienza a indagar, descubre que lo ocurrido no fue exactamente como contaron los periódicos. Ni Critzer era espía, ni había tenido contacto con Alemania desde su juventud, ni el FBI estaba implicado. Al parecer, su amigo había colocado una antena de radio, de grandes dimensiones, sobre la roca. Esto hizo pensar a los habitantes de las poblaciones más cercanas, que aquel excéntrico personaje era un espía. Los rumores llegaron a las autoridades locales, que se dirigieron a Giant Rock, con la intención de llevarse a Critzer para interrogarlo. Pero algo salió mal.
Cuando Tassel llega a Giant Rock, descubre que habían desvalijado su casa y destrozado su coche.
Entonces, Tassel se embarca en la aventura burocrática de intentar hacerse con la propiedad del alemán. Solicita su arrendamiento, al departamento de Administración de Tierras, con la propuesta de rehabilitar y mantener una pequeña pista de aterrizaje cercana. Mientras, pasa allí varias temporadas de vacaciones, acampado con su familia.
El exilio de Van Tassel
En 1947, casado, con tres hijas, y con una buena posición económica, en una industria boyante en los años ’40, como era la aeronáutica, Tassel decide dejarlo todo. Tal vez, fuese porque la guerra había llegado a su fin, y con ello, la carrera armamentística que había suministrado lucrativos contratos con empresas como la de Howard Hughes. Aunque la industria aeronáutica seguía en alza.
Sin embargo, en alguna entrevista afirmó que, durante su etapa como piloto de pruebas, visitó muchas veces el desierto californiano. Estas extensas áreas, exentas de población alguna, fueron escenario de muchas de estas pruebas con aviones experimentales. Tassel, aseguró que se vio atraído por el aire limpio y la impresionante tranquilidad del desierto. Y, a su familia también.
Por tanto, tras recibir al fin un comunicado del Gobierno Federal, autorizando el arrendamiento de aquellas tierras, Tassel marcha definitivamente al desierto.
¿Donde está El Integratron?
Hasta aquí esta primera parte de tan curiosa historia. Cierto es que, en esta crónica apenas si mencionamos El Integratron. Ocurre que, por lo que sabemos, y hasta el momento en que concluyo este artículo, Tassel no se imagina aún el vuelco va dar su vida.
Si quieres conocer como continúa esta historia, ya está disponible El Integratron (Segunda Parte).