Así fue que, con la misma ilusión con la que se visita a un viejo amigo, parte del equipo que conforma Clave7, nos reunimos el pasado 9 de agosto de 2019. Lanzada la idea, hace ya unas semanas, nos propusimos acercarnos al municipio tinerfeño de Güimar. Cuando el Sol ya anunciaba su retirada, nosotros abandonamos los vehículos y comenzamos la andadura. Nuestra auto-impuesta misión, sumirnos en las entrañas de la Madre Tierra. Visitar el Barranco de Badajóz.
Barranco de Badajóz
Poco se puede contar de este lugar, que no esté ya en boca de todos. Sean propios o extraños, todo aquel que haya buscado zonas marcadas por el misterio en Tenerife, sin duda el Barranco de Badajoz habrá aparecido entre los primeros resultados, incluyendo algún que otro álbum de nuestra página en Facebook.
Pero si tú aún no lo conoces, aquí tienes un breve resumen de su historia y algunos enlaces de interés. Llamado en la tradición aborigen como Chamoco, el barranco pudo haber sido residencia veraniega del mencey de Güimar, Acaimo. Allí, ahora a cierta altura del suelo, es relativamente fácil localizar la cueva habitacional que presuntamente pudo ocupar el mencey. La conocida como Cueva del Cañizo, fue heredada por el hijo de Acaimo, Añaterve.
Un año después de la conquista de Tenerife, ocurrida 1496, el conquistador Alonso Fernández de Lugo concede una propiedad del Barranco de Chamoco a Juan de Badajóz. Quien fuera criado del Adelantado, fue generosamente remunerado por su activa colaboración en el proceso de la conquista de Canarias. Y fue tras este hecho histórico que, al barranco, se le pasó a conocer por su nombre actual.
Si quieres conocer algo más sobre este curioso personaje, te recomiendo leas este interesante artículo de nuestro amigo Juanca Romero: Juan de Badajóz, el dueño y señor del barranco de los misterios.
En las entrañas de la Madre Tierra
El motivo de esta visita fue, principalmente, disfrutar de las múltiples sensaciones que nos transmite este entorno. Contar alguna de las leyendas que han tenido este lugar como escenario. Y, por extraño que parezca, sumergirnos en completo silencio en las entrañas de la Madre Tierra.
A medida que ascendíamos, la oscuridad se hacía dueña de cada rincón. Apacible noche, en la que cierto grado de humedad provocaba una sensación térmica un tanto calurosa. Sin embargo, no perdimos la oportunidad de realizamos algunas grabaciones de audio del entorno, donde los grillos marcaban un compás cuya vibración nos inundaba.
Una vez que accedimos, no sin dificultad, a la montaña de escoria que anuncia la proximidad de la Galería de Izaña, aprovechamos para llenar nuestros estómagos. Tras la frugal cena, algunos decidimos adentrarnos por el espinoso sendero que conduce al la oquedad que encumbra el Barranco de Badajóz. No es precisamente su final, pero si es el último reducto al que se puede acceder sin la necesidad de un equipo de escalada.
Allí permanecimos unos minutos en rigoroso silencio y total oscuridad, mientras dimos rienda suelta a nuestros sentidos. Mientras percibíamos que las sombras iban deformando la figura de nuestros propios compañeros. Hasta el punto de percibir el aleteo de algún murciélago que, curioso, quiso comprobar quien perturbaba la acústica de su hogar. Junto a aquella cantinela de grillos, llegaban atenuadas las voces de aquellos del equipo que prefirieron, honrosamente, no adentrarse en tan tortuoso y oscuro camino. Y es que, cada uno rinde tributo a la Madre Naturaleza a su modo.
Justo cuando decidimos reunirnos con nuestros amigos, alguno se percató de que nuestra presencia estaba siendo custodiada por una diminuta figura de la Virgen de La Candelaria. Quizá por eso, quien sabe, todos sentimos una latente y profunda tranquilidad durante aquellos minutos.
De regreso
Descendimos con calma, iluminados con linternas allá donde La Luna aún no llegaba. Y cuando, al fin, salimos al valle, rodeados aún de abundante vegetación, el Astro de Los Locos, vigiló nuestra retirada. Algunos en grupo, otros en solitario, todos disfrutamos de la holografía que dibujaba sinuosas figuras en sus cumbres. Desfrutamos de un cielo estrellado, del silencio adornado por nuestros pasos.
Como es norma para Clave7, dejamos aquel entorno tal y como lo encontramos. Jamás modificamos, más allá de lo que puedan hacerlo nuestros pasos, ningún lugar que haya sido objeto de nuestra curiosidad. Máxime, siendo un entorno natural. Y es que, el Barranco de Badajoz, como cualquier otro paraje natural, no nos pertenece. Somos sus hijos, somos fruto del agua que durante generaciones a brotado de sus entrañas, alimentando nuestros cultivos. Nosotros debemos rendirle pleitesía.
Y hasta aquí esta crónica, que quizá sirva de introducción a un vídeo que, esta ahora mismo en proceso de edición. De momento, sirva como muestra el breve vídeo que corona este artículo, sobre nuestra estancia en las entrañas de la Madre Tierra: en el Barranco de Badajóz.
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¡Hasta pronto!