Durante la emisión del programa Canarias Directo del  31/05/2011.
En la imagen: Candelaria junto a Josephie Mateos
Uno nunca sabe en qué momento puede surgir algo así. De pronto, una persona anónima, al ver tu interés sincero por “esas cosas raras”, te manifiesta abiertamente su desesperación ante algo que le sucede y que no sabe cómo explicar. Siente, de un modo u otro, que tú le creerás. Y casi como una súplica, te pregunta: ¿qué puede ser?
Esto ocurrió hace algunas semanas, durante la intervención de Josephine Mateos, compañera de nuestro equipo, en el programa televisivo Canarias Directo, de la Radio Televisión Canaria. Le habían preparado una “encerrona” a Josephine, con la intención de poner a prueba su capacidad sensitiva, presentándole en directo a algunas personas desconocidas para ella. Una de estas personas le hizo llegar su inquietud sobre unos sucesos que le ocurrían en su propio domicilio.
Josephine mantuvo certeramente el contacto con Candelaria, y tras sendas conversaciones en las que le explicó el fin y función de nuestro equipo, consiguió concertar una visita previa. Algunos días después, en un local cercano a su domicilio, “Cande” quiso reunirse con nuestra compañera, cita a la que también acudió Olga Pérez. Allí les contó con más detenimiento aquello que le ocurría. Cande finalmente accedió a que nuestro equipo al completo visitara su casa en los días siguientes.
Viernes 1 de julio de 2011
Una estancia agobiante.

 

19:00 horas: Conducíamos por la Calle San Cayetano, en el municipio tinerfeño de Los Realejos, buscando un lugar donde aparcar nuestros vehículos. En el número 30, en un edificio de dos plantas, nos esperaba Candelaria y Julio, su pareja.
Descargamos nuestros bártulos ante la mirada atónita de nuestra anfitriona, que no daba crédito al vernos subiendo al primer piso arrastrando maletas y bultos de todo calibre.
Se sucedieron las debidas presentación ya que Cande no conocía aún al resto del equipo. Allí estábamos Fernando Álvarez, Josephine Mateos, Juan Carlos Antúnez, Olga Pérez, Any Torres y un servidor, quien les relata lo sucedido. Más tarde se uniría Zaida Ruíz, licenciada en psicología, cuyo asesoramiento consideramos indispensable.
Cande no puede reprimir su inquietud y nos relata abiertamente lo que le sucede. Nos cuenta que en su anterior vivienda sentía una sensación agobiante. “En la otra casa me agobiaba. Sentía como alguien me estaba observando. Sentía como… una cosa rápida. Miraba así… y me parecía que alguien me estaba observando”– volvía a repetir mientras hacia un ademán de mirar por encima de su hombro.

Y continua describiéndonos los sonidos extraños que percibe casi cada noche en su habitación: “Una noche… ¡¡cinco veces!! Empezó en la mesita de noche, en una caja que tengo con revistas y fotos. Era como si hubiera ratones. En la mesa de noche era así… – Cande abre una puerta de uno de los muebles que más cerca tiene y la cierra rápidamente, para describir el sonido que percibía-. Después en los armarios. Mi armario hace ¡Tras!… como cuando pinchan un globo. Hace ¡Plas! Me levantaba a mirar a ver que había… y no hay nada”. “No son fuertes, fuertes… Pero una noche si fue fuerte y me asusté. .. No quiero ni dormir en la habitación cuando él no está”. –concluye señalando a su pareja.

19:23 Horas. Iniciamos la inspección, con diversos medios, de la habitación de Cande:

Realizamos diversas fotografías. El interferómetro no registró la presencia de ninguna alteración de tipo electromagnética. Sin embargo, las compañeras Olga Pérez y Josephine Mateos, con su particular capacidades sensitivas, notaban cierta presión en aquella estancia. Josephine, concretamente nos confesó haber sentido una repentina opresión en el pecho. Ambas concluyeron que debía tratarse de una gran carga emocional negativa.
Juan Carlos Antúnez decide rastrear la estancia haciendo uso de varios artilugios de radiestesia. Tanto las varillas como los péndulos de diferentes materiales, parecían comportarse de manera diferente justo en los mismos puntos, dentro de aquella habitación. Uno en el área situada justo a los pies de la cama y otro, el más significativo por su gran carga, junto a la mesita de noche del lado izquierdo de la cama. Esto preocupo a Antúnez, que de inmediato se interesó por los detalles de la localización de la vivienda. Es un segundo piso, y justo debajo se encuentran las oficinas de una empresa de construcción, además de un garaje. Pero poco más puede Cande confirmarnos. Antúnez, por sus estudios de teología, es conocedor de ciertas prácticas litúrgicas de limpieza. Y decide llevar a cabo una de ellas.

 

19:59 Horas. Realizamos una prueba parafonica en la habitación:
Dejamos un mp4, en modo grabación durante varios minutos en la habitación totalmente cerrada y vacía. Los resultados iniciales no son significativos. Pero de momento está en proceso de análisis y por tanto no queremos aventurar ninguna hipótesis.
20:30 Horas. Decidimos que ya es el momento de comenzar a colocar el aparataje técnico:
De este modo, situamos tres cámaras infrarrojas apuntando a cada rincón de la habitación. Un detector de movimientos, un termómetro, una grabadora y una videocámara convencional. El desconcierto de Cande y Julio se hacen notar al desplegar todo aquel cableado por su pequeña vivienda. Tras la colocación de los dispositivos, cerramos de nuevo la habitación y comenzamos a monitorizarla desde el salón. Las imágenes obtenidas, aproximadamente unas tres horas de grabación, están siendo analizadas en estos momentos.
21:00 Horas. Mientras la habitación estaba bajo vigilancia, decidimos entrevistar a los testigos frente a las cámaras.

 

Comenzamos con Julio, la actual pareja de Cande. El no reside de manera habitual en esta vivienda. Con calma nos manifiesta sentir tanto en su lugar de residencia, como en la casa objeto de nuestra investigación, una constante presencia, principalmente de noche- “Sobre todo cuando estoy durmiendo. Algo que me oprime y no me deja respirar”– nos comenta mientras sitúa sus manos en el pecho- “Y me quiere llevar. Trato de moverme y ni las manos puedo mover.” Y sentencia su relato diciendo que “…Yo lo que siento es que, donde yo esté o donde yo me encuentre, va a estar conmigo”. Asegura haber visto alguna vez a alguien en la habitación, mientras dormía. Y en todas las ocasiones, la opresiva sensación de parálisis de todo su cuerpo. El está convencido de que los sucesos que Cande dice vivir en su hogar son por su causa, no por la casa.

Cande nos asegura no haber sentido lo mismo que su pareja. Pero si dice sentirse muy agobiada en su habitación. Se reitera en los sonidos extraños que escucha. Golpes, estallidos e incluso algo parecido a rasgaduras en armarios y demás mobiliario. Y dice escucharlos incluso antes de conocer a Julio. Manifiesta sufrir extraños cambios de ánimo. Sentirse de pronto muy mal y sin motivo.
Entrevistamos también a Isaac, hijo de Cande. Pero el no coincide con sus congéneres. Nada relacionado con esa sensación agobiante ni con los ruidos, que dice percibir su madre.
En la imagen: Julio y Cande juno a Fernando Álvarez

Todos los testimonios están recogidos en un breve reportaje videográfico que próximamente  pondremos a la disposición de nuestros lectores en breve en este mismo blog. En el podrán escuchar también el testimonio de nuestras sensitivas. El más relevante es el de Olga Pérez, quien nos sorprende al contarnos que ha podido “ver” a un hombre en aquella habitación. Lo describe como un individuo alto, no muy corpulento y con una particularidad física que ha Julio le resultó muy familiar. Esta presencia masculina parece mostrar una patología en el brazo derecho, algo que le produce un gran dolor. Julio lo relacionó de inmediato con un gran amigo ya fallecido. Pero Olga insiste en que su actitud no es negativa y que no tiene relación alguna con los sucesos que relata la pareja.

21:40 horas. Creemos oportuno dejar un momento de tranquilidad a Cande y Julio mientras cenan y decidimos dejar los equipos monitorizando la habitación y salir a tomar algo.
Es un momento perfecto para comentar nuestras impresiones particulares de cuánto hemos escuchado de los testigos. Impresiones, por supuesto, preliminares puesto que aún no hemos revisado en su totalidad lo que puedan haber captado los dispositivos.

Barajamos las posibilidades parapsicológicas, pero casi la totalidad del grupo nos decantamos por una cuestión puramente psicológica. De una parte, los sucesos que cuenta Julio, se encuentran bien recogidos y estudiados por la medicina. Y, como teoría, el que suscribe plantea los efectos de un conocido trastorno llamado “Parálisis del sueño”.

“Según la Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño, la parálisis del sueño consiste en un período de inhabilidad para realizar movimientos voluntarios al inicio del sueño (alucinación hipnagógica o forma predormital) o al despertarse, ya sea durante la noche o la mañana (alucinación hipnopómpica o forma postdormital).” Datos de Wikipedia.

Cada vez que dormimos, en el proceso del sueño nuestro cerebro desconecta, por así decirlo, el cuerpo físico. De esta forma evita que escenifiquemos físicamente lo que soñamos. Si soñamos que andamos por la calle, por poner un ejemplo, evitaría que salgamos caminando de la cama. Es justo el mecanismo cuya disfunción provoca el sonambulismo. Esta circunstancia se conoce como “atonía muscular”. Generalmente, en el proceso de despertarnos, nuestro cerebro vuelve a “conectar” poco a poco el cuerpo físico. La parálisis del sueño ocurre cuando, al despertarnos, solo lo hace nuestra mente. No se activa el mecanismo que reactiva nuestro cuerpo y de ahí la sensación de parálisis. Los síntomas son, en todos los casos estudiados, similares: Inmovilidad absoluta, sensación de presión en el pecho, (debido a la atonía de la musculatura torácica), incapacidad para articular palabra alguna, lo que genera una gran angustia. En ese momento, la conexión entre mente subconsciente y mente consciente están entremezclados y el individuo puede reflejar imágenes oníricas en lo que interpreta como realidad. Esto provoca alucinaciones. Y la sensación de presencias extrañas en la habitación es la más habitual.

 

Josephine Mateos y Juan Carlos Antúnez

Los especialistas no tienen claro cuál es la causa que provoca este trastorno en concreto, pero ocurre incluso sin la antecedencia o como consecuencia de una enfermedad. Puede ocurrirle, al menos una vez en la vida, a cualquier persona totalmente sana. Pero si parecen estar relacionadas, como casi todos los trastornos del sueño, con estados de ansiedad o estrés emocional. Y en este sentido debemos reseñar que tanto Julio como Cande nos confesaron que, por diversas circunstancias de la vida, se han sentido muy agobiados durante bastante tiempo.

Zaida, en su visión desde la psicología, destaca algunos factores que se destilan de sus observaciones y de los testimonios de la pareja, que apuntan también por esta vía. Ambos parecen mostrar síntomas que recuerdan mucho a ciertos estados de ansiedad. Los cambios bruscos de ánimo. La sensación opresiva. El malestar general momentáneo, con presencia incluso de dolor físico.
Any Torres y Fernándo Álvarez

Por otro lado, los sonidos descritos por Cande, nos recuerdan mucho a los producidos por los procesos de dilatación y compresión de la madera, causados por los cambios de temperatura ambiental. Según la lectura de los termómetros, pasadas las 21:00 horas de una tarde noche fría, con una densa nubosidad que amenazaba lluvia, la temperatura de aquella habitación rondaba los 24ºC. Algo que se percibe nada más entrar, y no solo por nuestra presencia, numerosa en una casa tan pequeña. En nuestra primera inspección de la habitación, descubrimos un ventilador que Cande mantenía en marcha, incluso con la estancia vacía.

Josephine Mateos opina, que esa sensación agobiante que percibió en la habitación puede estar provocada por el propio estado anímico de Cande. Lo deduce al no percibir ninguna presencia ajena al groso familiar. En su experiencia como sensitiva esto le resulta clave y por tanto no se aventura con ninguna otra teoría.
Zaida Ruíz, Carlos Soriano y Josephine Mateos

Juan Carlos Antúnez es prudente en sus conclusiones, hasta revisar el material obtenido, pero cree en gran medida que una interpretación errónea de cuestiones puramente lógicas y cierto grado de sugestión, podrían estar condicionando el relato de los testigos. Sin embargo, nos recuerda los resultados con la radiestesia y es algo que aún le intriga. Tanto él, como Fernando Álvarez comparten esta hipótesis. Pero instan a la prudencia hasta repasar todos los datos con más calma.

Cuando rondaban las 22:30 horas de la noche, regresamos a la casa. De una parte, nos frenaba la sensación general de que allí no ocurría nada relevante, y por otra, considerábamos ya oportuno recoger los bártulos, puesto que es un domicilio particular y las horas ya eran intempestivas para tal zafarrancho que habíamos montado.

Nos marchamos con la promesa de mantener el contacto. Quisiéramos dar una respuesta pronto a sus inquietudes. Tenga una causa paranormal o no, el miedo que nos muestra Cande si es real. Y ante esto le profesamos un hondo respeto. Confiamos en que al menos podamos contribuir a que desaparezca.

Conclusión tras reflexión

Días posteriores, tras la revisión de lo captado por los aparatos técnicos, podemos afirmar que ni las cámaras infrarrojas, ni las grabaciones de audio realizadas exprofeso, arrojan resultado alguno. Y la conclusión general del grupo se reafirma. Incluso sobre el extraño comportamiento de los péndulos y varillas radiestésicas, Juan Carlos Antúnez está convencido de que está motivado por cuestiones puramente geológicas. Habría que escarbar entre los registros históricos de la zona para recabar más datos sobre la localización exacta de aquella parcela. Pero, en consenso común en todo el grupo, no creímos que la ocasión lo mereciera.

Todos tratamos de dar un porqué al devenir de nuestra vida. Todos tratamos de darle un sentido a nuestras penalidades y alegrías. Cande, en la creencia de que aquello que le ocurer es de «otra naturaleza», trató de buscar respuestas entre la multitud de supuestos videntes, brujos y santeros con los que se encontró en su camino. Afirmándole, cada uno de ellos, sendas posibilidades «espirituales» a la cual más peregrina. Tal vez esto acabó por convencerla de una realidad que no está más allá de su imaginación, desde luego alimentada por la «supuesta» palabrería de tanto «supuesto» charlatán. Una suerte de «efecto Pigmalión», en el que por su expectativa de creer que la respuesta a lo que le ocurre es paranormal, acaba reflejando en su conducta los efectos oportunos para que así sea para ella.

Texto y fotografía: Carlos Soriano 

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