Que, a veces, la vida nos pone a prueba para ver hasta dónde podemos llegar. Y, nunca sabemos lo capacitados que estamos, para superar estas pruebas. Somos unos valientes, porque ante semejantes ocasiones, llegamos a la meta final. Estaba pensando, que en el día a día, cada nuevo día, nos tropezamos y nos encontramos diferentes obstáculos que superar. Y lo hacemos, a pesar de sentirnos inexpertos.

Durante la trayectoria, podemos observar con estupefacción y enorme asombro, que pasamos de los veinte años a los cincuenta, sin apenas haberlo vivido con las consciencia que merece. No hemos saboreado los momentos. Hemos dejado pasar oportunidades. Además, ahora nos damos cuenta, dando marcha atrás en el tiempo, que hubiéramos cambiado algunas cosas. Lo bueno de todo esto es, el aprendizaje acelerado de nuestra vida. Aprendemos a vivir, luchando a contrarreloj, contra las vicisitudes que se nos presenta en el camino, y que casi siempre son ajenas a nuestra voluntad.

Alguien dijo, en una ocasión, que cuando comenzamos el aprendizaje, ya estamos acabando nuestra vida. Aun siendo así, pienso que, vivir merece la pena. Luchar merece la pena, sortear obstáculos, que no son pocos, merece la pena. Y nosotros, nuestros corazones, con nuestros sentimientos y emociones, con nuestras alegrías y tristezas, merecemos la pena.

La vida es luz, desde que nacemos, y quien intente oscurecerla, se quedara fuera de nuestro entorno. Esto forma parte de la dotación de nuestra inteligencia. Aprendemos a defendernos. Una sugerencia: vivamos nuestra realidad con dignidad, amor, tolerancia, hasta donde se pueda. Pero, no permitamos que nadie obstaculice nuestros caminos reales, que son libres por naturaleza.

Estaba pensando que, debemos ser selectivos y rodearnos de todo lo bueno que la vida nos da.