Hotel Rural Finca La Raya
Güimar, Santa Cruz de Tenerife
11 y 30 de septiembre y 1 de octubre de 2009
El Hotel Finca La Raya, en Güímar, en el barrio de La Hoya, merece ser visitado como un enclave de singular belleza, un remanso de paz en el que poder refugiarnos, encontrar tranquilidad o recuperar la sensibilidad perdida hacia los entornos naturales. Podemos decir que no está cerca ni lejos, pero sí lo suficientemente distante de lo cotidiano como para sentirnos en otro lugar, apacible… La edificación actual es el resumen y evolución en el tiempo de ampliaciones y modificaciones realizadas por sus propietarios desde finalizada la Conquista de Tenerife. Hoy en día, ha sido restaurado siguiendo las mismas técnicas que se utilizaron para su construcción. El edificio se levantó en el siglo XVI. Sin embargo, su estilo pertenece al siglo XIX. Actualmente, conserva la estructura de tea. Las paredes se han «encalado» con zahorra molida mezclada con savia de drago, tal y como lo realizaban en Canarias antes de que llegara la cal. Los herrajes de las puertas se encargaron a la misma fábrica inglesa que proporcionó los originales. Sus propietarios han cuidado hasta los más mínimos detalles.

Si dispone de tiempo, le recomendamos que contemple su fachada, con fuente del siglo XIX, y sus jardines, con árboles llegados desde América.

La casona también posee un horno de cochinilla y en la parte trasera existen varios ejemplares de dragos que se recogen en las crónicas de la conquista de la isla. Vivienda familiar, inmueble abandonado, hotel de salud…. y el hotel rural actual fruto de la profunda restauración impulsada por  Carmelina Rosa y la inestimable ayuda de su esposo Francisco Toledo , sus propietarios, resumen a groso modo su devenir histórico. Toda esta información y más la podéis consultar en la web de Finca la Raya, además de poder reservar una habitación. Visitar este lugar no deja a nadie indiferente.

La figura de algunos conquistadores aparece ligada al lugar, a veces como mera leyenda y en otras ocasiones con rigor histórico, pero la historia que aquí nos interesa abordar tiene a lo presuntamente paranormal como protagonista.

La vivienda fue conocida durante años como la “casa del miedo” y hoy no faltan vecinos que ratifiquen esa fama que arrastraba aquella destartalada vivienda, ahora envidiable edificación. De ella se decían que era foco de extraños ruidos, de muebles, ventanas y puertas que se movían sin motivo aparente….el proceso de restauración evidenció que algo extraño ocurría. Los trabajadores hablaban de esos mismo ruidos y movimientos, de presencias, sombras y extrañas sensaciones. Su propietaria, Carmelina, fue víctima de más de un contratiempo, pequeños accidentes que parecían querer alejarla del lugar. Ya como hotel, no faltan clientes que describen esas mismas situaciones. Coinciden algunos, sin conocer las historias de la casa ni conocerse entre sí -algunos canarios, otros peninsulares y otros de Alemania, Suiza…- en señalar la galería acristalada y la última habitación como los lugares más “extraños” En esa habitación, la presencia de una mujer, que se sienta en la esquina de la cama, cobra demasiada fuerza como para que quienes lo perciban puedan conciliar el suelo.

 

El 11 de septiembre de 2009 y los días 30 de septiembre y 1 de octubre, el equipo de CLAVE SIETE monitorizó el hotel con cámaras infrarrojas, sensores de movimiento, termómetros digitales y láser, detector de iones y campos magnéticos, cámaras fotográficas y grabadoras. Un complejo equipo que logró captar lo “invisible” Esferas de luz y trazos invisible se dejaron ver en infrarrojo, con movimientos que aparentaban inteligencia. Algo extraño sucede en FINCA LA RAYA, en Güímar. Se hará un seguimiento del caso.

Crónica de una investigación:
11 de septiembre de 2009
19:00 horas.

Con motivo de la organización de un evento radiofónico sin precedentes, en el que grupos de investigación de lo paranormal de diferentes países, desde España hasta México y Argentina entre otros, se ubicarían en «puntos clave» dentro de la geografía misteriosa de su región para pasar una noche más en vela, acechando a lo insólito, nuestro equipo realizó una búsqueda en nuestra tierra de la que seleccionamos tres lugares. Alerta Fantasma, este fue el nombre que su organizador Christian Arizza Conte le dio a tan singular idea y que además lo coordinaría en riguroso directo desde su programa La Noche de Las Sombras. El equipo de Clave 7 no podía rechazar tamaña invitación viniendo del amigo Christian. Así que, tras una visita de sondeo de parte de nuestro equipo, elegimos «La Raya» como el lugar perfecto para aportar nuestro «grano de arena». La hora señalada: 22:00 horas (en Canarias).

Pero para la correcta monitorización de los rincones claves de la casona necesitábamos de un tiempo prudencial. Llegamos a la casa cuando aún no había caído el sol. Francisco Toledo, uno de sus propietarios nos recibió como si nos conociera de toda la vida. Nos condujo hasta su histórico hogar por aquel camino empedrado por el que no llegamos a concebir qué personajes, no menos históricos, debieron pisar antaño donde ahora nosotros pisábamos. Allí nos esperaba Carmelina Rosa, mujer de Francisco, heredera de tan magnífico enclave, que nos regaló su hospitalidad.

Habitación por habitación, rincón por rincón, ella nos fue guiando mientras nos relataba los extrañísimos sucesos que, junto a su marido, habían vivido en ellas. Y de como, algunos inquilinos les habían confesado con el asombro claramente visible en su semblante, hechos que venían a corroborar, sin conocimiento previo de la historia del lugar, que en aquella casa moraba «alguien» más.

Carmelina nos contó cómo cierta noche, un portazo de una de las ventanas de la cocina le produjo un sobresalto. Se dispuso a cerrarla, pero inmediatamente recordó que ya la había cerrado con antelación. Y así estaba, con el cerrojo puesto. De pronto, tras ella, varios enseres de la cocina cayeron sin razón alguna de una de las estanterías mientras, en el piso superior, escuchó las pisadas de alguien que parecía huir a la carrera. Valiente como es ella, subió para cerciorarse. Nadie había en el piso superior.

Esas pisadas, en la mayoría de las ocasiones mostrando las aparentes mismas prisas, eran motivo de comentarios mañaneros de muchos de sus inquilinos. Principalmente, «sintiéndolos» en la galería acristalada, que antaño fuera una balconada por la que, cuenta la leyenda que cierta joven despechada, se arrojó al estanque de abajo, no sabemos si con la intención de llamar la atención de su amado o para el fatídico fin que consiguió, suicidarse.
Escogimos situarnos en el salón abierto de la parte inferior, justo bajo a la galería. Preferimos esta ubicación para dejar completamente vacías las habitaciones, que se hallan en el piso superior. El entramado de cables, cámaras y sensores era interminable y debíamos instalarlo correctamente para recibir todos los datos en aquel improvisado puesto de mando. Cámaras infrarrojas de video, sensores de movimiento, detectores de campos magnéticos, interferómetros, termómetros y medidores de la presión barométrica, grabadoras. Todo debía estar en su sitio y en perfecto funcionamiento.

21:30 horas.
Tras una frugal cena en cierto establecimiento del pueblo de Güimar, volvimos. El sol ya hacía cierto tiempo que había descendido tras los Roques de Cho Marcial, la singular figura geográfica que hubiera servido a los aborígenes, ancestros habitantes de aquel valle sagrado, para medir el comienzo del año agrícola. Al parecer, solo desde un punto determinado del valle, en la cúspide de una pequeña pirámide escalonada, justo el día del solsticio de verano, se acierta a ver como el astro rey se pone… dos veces.

 

Escasa media hora faltaba para el comienzo del programa radiofónico que nos había citado. Pero la conexión con nuestro grupo no se daría lugar hasta algo más tarde. Por tanto, gozábamos de tiempo de sobra para comprobar el funcionamiento del equipo.

Así, mientras Juan Carlos Antúnez, técnico del grupo, comprobaba que el puesto de mando recibía con claridad la señal de todos los sensores, el resto nos diseminamos por la casa comprobando si los mismos detectaban nuestra presencia. Un simple test de funcionamiento.

Fernando Álvarez, como buen líder, al cabo de procesos tan rutinarios como el de comprobar que todo esté en su sitio. Primero un sensor de movimiento y luego una cámara infrarroja. Es en esta galeria por donde discurren, según los testigos, «aquellos»  apresurados pasos nocturnos. Desde donde, dice la leyenda, se quitó la vida una joven doncella. Y es desde donde, al fondo del pasillo, parecen escaparse del silencio lejanas notas de un piano que, cuentan, apasionaba tocar a la fallecida.
Este también era un punto clave. Esta escalera conduce a dos estancias en concreto. Una antígua cocina remodelada como cuarto de estar.
Y a una habitación, en la que una pareja de origen belga vivió una experiencia singular. Según le manifestaron a los caseros, a los pies de la cama, sentada en la misma, pudieron contemplar en plena oscuridad la imágen una mujer, vestida con un camisón blanco y la mirada perdida. Estos señores no tenían conocimiento alguno de los antecedentes históricos de la casa, ni de las leyendas que la rodeaban. Durante la inspección previa, nuestra sensitiva pudo percibir «algo» en esta estancia. Según ella, vio en un flash a una mujer de unos treinta años, de pelo largo y castaño oscuro, que vestía un camisón blanco-azulado. La vio sentada apenas al borde de la cama. Su rostro expresaba una gran tristeza.
Trás la comprobación llega el sentarse a esperar. Este tipo de investigaciones son procesos lentos, que requieren de mucha paciencia y cierto grado de tesón, o de lo contrario corres el riesgo de dejarte llevar por la desazón y abandonar. Quien alguna vez haya hecho esto sabrá que el misterio es siempre esquivo.
23:00 horas.
Primera conexión telefónica con el programa radiofónico La Noche de las Sombras.
Fernándo Álvarez se encargó de dar el primer parte de la noche. Durante esta primera etapa no había ninguna novedad que contar. A lo largo de las últimas horas, en diferentes rondas, habíamos rastreado las habitaciones con el interferómetro, sin poder detectar ningún tipo de alteración electromagnética. El seguimiento de las cámaras no parecía dar resultados aún. Nos daba la impresión de que la noche iba a ser muy larga.
Pero en un momento dado, Juan Carlos detectó un problema en uno de los sensores. El termómetro situado en la galería acristalada, justo sobre nuestras cabezas, había dejado de enviar sus datos al procesador del mismo, situado sobre la mesa. De modo que, un poco como escusa para estirar las piernas fue a comprobarlo. Tras una rápida mirada al aparato no pudo localizar la falla. El sensor térmico parecía estar en su sitio pero no apreciaba medida alguna. Debía enviar una señal infrarroja a su base, en el puesto de mando, como había estado haciendo durante toda la noche, pero simplemente no funcionaba. A Juan Carlos, conocedor de su equipo este hecho le extrañó y decidió seguir con el examen del resto de los dispositivos.
A partir de ese momento y de manera muy esporádica, a través del monitor empezamos a percibir la presencia de orbs, alguno de los cuales parecían deambular con una extraña parsimonia. Su presencia se repartía de manera indistinta en todas las habitaciones. Pero nuestra mirada se centró sobre todo, en el pasillo clave, donde pudimos grabar el paseo de varias de esas esferas. El resto de los sensores no apreciaban nada. Dada esta repentina actividad decidimos inspeccionar con las cámaras fotográficas las estancias en las que se apreciaba mayor actividad.
Caminar en la oscuridad, con la mitad de la casa monitorizada se hacia un poco difícil, pero no sabíamos si por el entramado de cables que recorrían el entarimado, por la oscuridad incipiente, o por una extraña sensacíón de opresión que se podía percibir en algunos sitios.
Sin embargo, en esa galería, la sensación era totalmente distinta. Tras revisar las tomas fotográficas de nuestros archivos descubrimos más instantáneas de esta zona que de cualquier otra habitación de la casa. En cualquier caso, en ninguna de ellas se puedo apreciar presencia alguna de orbs. Cabe reseñar que las tomas fueron realizadas sin flash, justo para evitar la incidencia del mismo sobre cualquier partícula en suspensión, y utilizando tiempos de exposición algo elevados, para captar toda la luz posible.
01:00 horas
Aquellas curiosas esferas seguían apareciendo sin previo aviso y sin preferencia alguna por un rincón de la vivienda. Pese a este curioso hecho, los ánimos empezaban a flaquear. Se acercaba la hora de fin de la «Alerta Fantasma» y a nosotros ya nos pesaba el mantener más tiempo en vela a los más que pacientes Carmelina y Francisco.
En un momento dado, en el que ya nuestras expectativas se iban disipando, Fernando advirtió una anomalía en el monitor que parecía provenir de una de las estancias, la que corresponde al area de recepción. Y así se lo hizo saber a Juan Carlos. En primer lugar, el detector de campos iónicos situado en esa habitación llevaba varios minutos parpadeando de manera bastante insistente, indicando la presencia de una alteración en ese campo. En segundo lugar, una extraña luminosidad parecía haber empezado a inundar la imagen que mostraba el monitor.
Sin dudarlo, Juan Carlos subió de nuevo a las habitaciones y realizó un chequeo de las cámaras. Todo andaba bien. Sin embargo aquella luminosidad seguía aumentando en el monitor. Para descartar que se tratase de un error del dispositivo o un reflejo, procedió a realizar un intercambio de esa cámara con una de otra de las habitaciones. Volvió al puesto de mando y realizó un chequeo desde allí. No había ningún cambio. Todas las ventanas estaban cerradas. Las mismas, son las originales y cuentan con un portalón de madera de varios centímetros de espesor que aseguran su cierre desde dentro. La luz que se colaba por las rendijas era ínfima e igual para todas las habitaciones. Sin embargo la lectura era la correspondiente a una habitación completamente a oscuras, menos en la recepción.
Para descartar la posibilidad de que la luz que se pudiera colar por mínimo espacio entre los portalones de las ventanas, subimos a esta estancia y realizamos una serie de tomas fotográficas con un tiempo de exposición de 30 segundos, con el diafragma totalmente abierto. Cualquier rayo de luz, por tenue que fuera, debería ser captado por el sensor de la cámara. Sin embargo el resultado de las tomas fue el siguiente:
Como se puede apreciar, una estancia completamente oscura. A esta toma hemos tenido que procesarla con algunos filtros para aclararla un poco y de ese modo poder percibir los leves reflejos en lo alto de la pared, de la luz que se consigue colar por las rendijas de la ventana. Nada que ver con la impresionante luminosidad que, según el monitor, parecía inundar toda la estancia.
Esta es la misma toma anterior pasada a negativo. Las zonas mas coloreadas corresponden al lugar de la pared donde incidía el reflejo de la ventana. Como digo, aumentando la exposición digitalmente con un procesador de imagen.
02:00 horas
Los minutos  pasaban. La luminosidad seguía ahí. Y el detector de iones parecía haberse vuelto loco. Pero a punto estuvimos en dar por terminada ahí la noche. Entre el fallo del termómetro y la extraña interferencia lumínica de aquella cámara, incluso Juan Carlos, que conoce su equipo a la perfección, empezaba a tener dudas de si aquellas anomalías pudieran ser relevantes.
En aquel momento, en el que todos empezaban a mirar con insistencia sus relojes, lo que a primera vista había parecido el halo perfectamente circular de una linterna, pasó justamente delante de la cámara situada en la recepción. Justo en la estancia en la que aquella extraña luminiscencia había estado presente en la última hora. Ese «halo» pasó como una exhalación, provocando que el sensor de movimiento saltara. Este envió la señal detectada al monitor y la imagen de la estancia en cuestión pasó a pantalla completa. No había duda, algo había pasado frente a la cámara.
De manera instintiva, nuestra primera intención, casi al unísono, fue mirarnos los unos a los otros para comprobar que todos estábamos allí, en el puesto de mando. De una manera u otra, todos dedujimos que alguno de nosotros había pasado sin querer por aquella habitación… pero no había sido así ¡¡¡TODOS ESTABAMOS ALLÍ!!!

La grabación esta realizada en bucle. Fijensé en el cuadro inferior derecho. Observaran como una esfera perfectametne circular atraviesa el plano de abajo a arriba y acciona el sensor de movimiento, haciendo que la imagen pase a pantalla completa.

En este vídeo hemos extraido las principales tomas en las que esos extraños obrs hicieron acto de presencia. Las mismas fueron captadas por las cámaras infrarrojas que instalamos en las habitaciones y corredores de la hacienda. En breve extraeremos y ampliaremos alguno de los fragmentos por minutaje.

El analisis realizado posteriormente a las grabaciones de audio no fue nada concluyente. Todas las grabaciones, salvo una, quedaron absolutamente contaminadas por los ruidos ocasionados por nuestra presencia. En cuanto esa excepción, se trata de la grabadora ubicada en el corredor superior, justo sobre nosotros. Esta acusa todo el tiempo que permaneció grabando… pero no se escucha absolutamente nada. De tratarse de un fallo del dispositivo, debe ser algo puntual, porque sigue en perfecto funcionamiento, según nuestro técnico.
30 de septiembre
Visita del equipo de Cuarto Milenio

 

El equipo de investigación del programa Cuarto Milenio, de la cadena televisiva Cuatro, interesados por la casuística paranormal del inmueble, se pone en contacto con nosotros a fin de visitar el lugar. De ese modo, el investigador, escritor y amigo Pablo Villarrubia se desplaza hasta la isla y durante dos días consecutivos el equipo Clave 7 vuelve a desplegar todo su instrumental por las estancias de “La Raya”. El asombro de Villarrubia fue mayúsculo al comprobar que, en su presencia, esas extrañas formaciones circulares flotaban a su alrededor.

Esta visita tuvo como fruto un reportaje, que fue emitido en la edición de Cuarto Milenio del 10 de enero de 2010.

En el siguiente corte podréis apreciar como durante toda la grabación del reportaje, esas estrañas esferas estuvieron dando vueltas a nuestro alrededor, incluyendo al mismo Pablo Villarubia y a su cámara.

30 de octubre
Crónicas de San Borondón

El programa Crónicas de San Borondón, dirigido y presentado por el escritor y divulgador José Gregorio González, también estuvo allí. Los amigos de Esencia21 querían participar de nuestra investigación y no tuvimos el menor inconveniente. De ese modo nos volvimos a citar en aquel histórico enclave. Aquella noche todo el potencial técnico y humano de Radio Televisión Canaria se unió al nuestro para realizar una “investigación en vivo”.

El programa de esa noche pudo contar con la colaboración de los propietarios de la vivienda, Carmelina y Francisco, que nos los sucesos extraños que han vivido entre los muros de su propia casa y de detalles históricos muy interesantes de aquel enclave. También intervinieron nuestros compañeros, Juan Carlos Antúnez y Fernando Álvarez, que detallaron los entresijos de la primera visita a la casona y del resultado de los análisis de los datos recabados en ella.

Entre las sorpresas que traía guardaba en la manga “Crónicas” destacó la invitación a alguno de los oyentes presentes aquella noche a participar en la investigación. El compañero Fernando Hernández, con una unidad móvil, junto a los más intrépidos hizo un recorrido por toda la casa en total oscuridad. Las impresiones posteriores dadas por los participantes fueron muy interesantes. Una oyente pudo percibir ciertas sensaciones que compartió con todos nosotros en lo que, en resumidas cuentas, no fue más que otra de tantas excusas para que un grupo de personas apasionadas por el misterio practicaran el sano ejercicio de la amistad.

El programa “Crónicas de San Borondón” se emite todos los viernes, a las 23:00 horas (hora canaria), en las diferentes emisoras de Radio Televisión Canaria. Encontrarán más información así como descargar los podcast del programa visitando el enlace al blog de Esencia21 que hemos dispuesto en la sección “Webs Amigas”, al final de la página, o directamente en la web de RTVC donde podrán incluso escuchar las emisiones en directo: http://www.rtvc.es/television/emision/crónicas-de-san-borondón-7801.aspx

 

Clave 7 y Esencia 21
Fernando Álvarez y José Gregorio González
Humildad, compañerismo y amistad

08 de marzo de 2010
Paródia de El Hormiguero

Con motivo de la publicación de un reportaje en la revista «Enigmas» sobre los sucesos paranormales acaecidos en el Hotel Rural Finca La Raya, el programa televisivo El Hormiguero, de Cuatro, dedíca los últimos minutos de la emisión del 8 de marzo de este año a este caso, mediante un divertido sketch parodiando la leyenda que guardan los muros de la casona.

22/04/2010
Visita a los amigos

Casi seis meses habían pasado ya desde que el equipo de Clave 7 pusiera el pie por primera vez en el Hotel Rural Finca La Raya. Y llevados por nuestra indebida falta de atención, decidimos volver a visitar aquel enclave y saludar a sus propietarios y amigos Carmelina y Francisco. Las palabras jamás harían justicia para describir la amabilidad y hospitalidad con que fuimos recibidos. Carmelina se sienta a nuestro lado y nos hace llegar con una sencillez y una vehemencia que solo ella posee, el amor que siente por aquel hogar de muros de piedra, encalados con zahorra y savia de drago y mampostería de tea. Infinidad de anéctodas de toda una vida rica de momentos felices y otros no tanto, consecuencia de tal herencia histórica, trasmitida generación tras generación. Y así, nos contó como Edelmira González Baulén, última descendiente viva de aquella influyente familia “güimarera” que poseyera la casa en el siglo XIX, consiguió sabiamente ser propietaria de la misma, en una sociedad en la que las mujeres no podían ser herederas legítimas.

Servanda Delgado, abuela de Carmelina, fue el ama de compañía de la señora de la casa hasta que esta falleció. Ella fue la fuente fidedigna de la historia que ha dado, entre otros sucesos extraños, el nombre de Casa del Miedo a aquella soberana construcción. En su estancia en la casa, que fue primero cocinera de la familia antes de que pasara a propiedad de Edelmira, atendió de primera mano a la joven pianista, que por desamor decidiera quitarse la vida. Del amor surgido entre Servanda y el heredero de Edelmira surge la merecida herencia que ha pasado hoy día a manos de Carmelina Rosa.

Gonzalo Secundino Rosa Delgado, conocido amistosamente en el barrio como “el lagartijo”, padre de Carmelina, era un hombre pragmático donde los hubiera. Absolutamente práctico y trabajador y totalmente escéptico a la casuística paranormal que se le suponía a aquella casona desde mucho tiempo atrás. Solía bromear cuando misteriosamente aparecía abierta de par en par la puerta de la bodega, que debería estar cerrada bajo cerrojo, diciendo “cuanto vino no hubieron de tomar para ver fantasmas en la bodega y salir corriendo”. En su vehemencia, sabía buscar una posible respuesta lógica a cuantos sucesos les contaban sus vecinos y familiares haber vivido entre aquellos muros. Hasta que un día, su visión escéptica cambió radicalmente.

Por aquel entonces la casa no tenía el uso que tiene actualmente. Desde que falleciera la señora Edelmira, el uso hostelero de la misma pasó a segundo plano, usando sus terrenos únicamente para el cultivo agrícola y las dependencias, como corral para los animales. Gonzalo dedicaba toda la jornada en el duro trabajo de mantener aquellas tierras y conseguir que parieran fruto. Y una noche, llegaba a la vivienda que ocupaba en esos momentos la familia, situada mas cercana al centro del barrio de La Hoya, con la tez demudada. Carmelina conocía el temple de su padre y le asustó ver la palidez de su rostro. La respuesta de Gonzalo al interrogatorio de la niña fue “Para que te lo voy a contar. Maldita la hora que me reí llamando borrachos a quienes veían cosas semejantes”. Hasta pocos años antes de la muerte de su padre, Carmelina no volvería a preguntarle por lo sucedido aquella jornada. Y la respuesta de Gonzalo volvería, no solo a ser la misma, sino más tajante aún. “Para que te lo voy a contar. Por la boca muere el pez y bien merecido lo tengo. Además –añadía tácitamente-no te será agradable escucharlo.” Gonzalo “el lagartijo” falleció llevándose consigo el secreto de aquello que vivió en aquella casona, que cambiaría para siempre su escepticismo por un atávico respeto.
Llegada la hora de marcharnos, lo hicimos con la sensación de que aún quedaban en la memoria de Carmelina Rosa, mil y una historias ciertas que contar, que a nuestro juicio, bien podrían formar parte del archivo histórico y cultural del municipio tinerfeño de Güimar.

Fernando Álvarez
Carlos Soriano
Clave 7

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