Estos días he tenido la mente deambulando, intentando comprender el comportamiento del ser humano, cada vez más irascible, con más acritudes dirigidas a la maldad más dañina. Pero mi positivismo me impide creer y pensar que todo se reduce a eso. La maldad nunca superó a la bondad.
Cada día lucho por lo real, la verdad y lo auténtico. Mi mente visualiza una inmensa calle llena de preguntas, las cuales se quedan vacías y, lo peor, sin respuestas. Por lo cual, me lleva a pensar que esa es la raíz del comportamiento obtuso y carente de empatía. La parte positiva es el aprendizaje, ni más ni menos. El ser humano es poseedor de una inteligencia que a veces tenemos, durante mucho tiempo, en reposo por comodidad. Pero si le damos la utilidad necesaria, somos capaces de distinguir lo que es y lo que no es lícito. Cada uno de nosotros somos el gran misterio de la vida y tampoco hay respuesta.
Debemos hacer uso de la inteligencia, indagando, explorando, investigando cada incógnita. Pienso que, en muchas ocasiones, los silencios nos dicen mucho más que las palabras, porque éstas, en la mayoría de las ocasiones, causan confusiones, dualidades y tropelías mentales.
Espero haberles aportado un rayo de luz con esta reflexión. Espero ser de utilidad cada semana, para ir abriendo caminos misteriosos que, aunque parezca difícil, sólo es cuestión de buscar lo mejor de lo mejor en esta vida. Más que nada, para hacernos más fácil el trayecto.