Unos recogen a otros, otros quedan con unos, y todos en la misma dirección. Así fuimos reuniéndonos hasta formar el pequeño equipo de observadores aquella tarde. Las diversas vicisitudes cotidianas no siempre favorecen el que podamos acudir todos a un evento así. Cuando enfilamos la recta carretera de La Esperanza, en dos vehículos, nos dirigíamos al Parque Nacional Cañadas del Teide Josephine Mateos, Beatriz Herrera, Any Torres, Fernando Álvarez y quien esto relata.
Al llegar al breve apartadero que se encuentra en pleno Llano de Ucanca, vimos un par de vehículos allí aparcados. Pero por suerte para nosotros, sus ocupantes no tenían nuestras mismas intenciones, de modo que pronto nos quedamos solos.
Sobre nuestras cabezas, empezaban a tintinear las primeras estrellas. La Luna, aunque ya sobre el horizonte, aún no había despuntado sobre la cordillera del “Anfiteatro”, y este nos resguardaba aún de su deslumbrante presencia. Por tanto aprovechamos para orientarnos en el mapa celeste. Rápidamente, prácticamente sobre nuestra vertical, identificamos el inconfundible brillo de Saturno. Hacia el noroeste la Osa Mayor se dibujaba poco a poco. Hacia el este, muy alta ya, la constelación de La Lira. Vega, su estrella más brillante, nos indicaba que cercana debía encontrarse la constelación de El Cisne.
22:05 horas
La Luna irrumpe en el que considerábamos ya nuestro observatorio privado. Comenzando la fase de cuarto menguante, su brillo iluminó la majestuosa figura del Teide.Por algún lance que no somos capaces de explicar, el móvil de Fernando Álvarez se apaga irremisiblemente. Nos ponemos en contacto con Madrid para comunicarle este hecho y notificarle un nuevo teléfono de contacto.
00:00 horas
Casi de reojo, percibimos unos extraños flashes en el horizonte, hacia el suroeste. Trasmitimos el hallazgo al resto del grupo, para comprobar si los demás lo habíamos percibido. Así había sido. Uno de los amigos de Dimensión 097 nos confirmó que se trataba de los fuegos artificiales de las fiestas regionales del municipio de Arona. Cosa que pudimos corroborar en seguida, tras escuchar unas lejanas explosiones tras cada fogonazo.
00:30 horas
Algunos de nosotros decidimos adentrarnos en la explanada que se abría, a escasos metros, bajo nuestros pies. Tomando distintas direcciones, nos dejamos llevar simplemente, dibujando una línea errática hacia algún punto, en medio de la caldera de aquel gigantesco cráter. Tomando como punto de referencia el impertérrito cono volcánico que se levantaba aún unos 1.700 metros sobre nuestras cabezas.
3:00 horasComo siempre, sin dejar huella de nuestro paso. Mostrando el debido respeto a la naturaleza que ha dado cobijo a la locura de esta noche.















