Algunos científicos opinan que procrastinar es un autosabotaje incoherente.
Todos sabemos que el trabajo requiere concentración y esfuerzo. Esto para muchas personas no se percibe de la misma manera. Lo curioso es que el procrastinar siendo un autosabotaje incoherente, conlleva también un nivel de esfuerzo, pero no nos damos cuenta de ello. Realizar un trabajo cumple con la concreción de una serie de objetivos específicos fijados, mientras que la procrastinación va por libre y sin ningún objetivo más que el de distraernos.
Entre la actividad enfocada y la procrastinación existe fina diferencia y es en la estabilidad de nuestras emociones.
Algunos científicos como, Charlotte Lieberman, ha investigado que etimológicamente el término del verbo procrastinar viene de la palabra latina «procrastiñare», que significa postergar voluntariamente. Y su origen etimológico griego sería «Akrasia» que significa “hacer algo en contra de nuestro mejor juicio”. Ya de por sí, esto nos dice muchas cosas. Aparentemente suena irracional. Según la opinión de muchos expertos resulta ser así. El profesor Piers Steel, profesor de psicología motivacional en su libro, señala que procrastinar es un autosabotaje incoherente y por ende de hacerse daño a uno mismo. Cuando procrastinamos sabemos conscientemente que es una mala idea, pero aún así lo hacemos. Esto lo denomina como la procrastinación de la autoconciencia.
Y la pregunta más crucial sería ¿Por qué actuamos así?
Realmente es una contradicción y un dilema paradójico de la condición humana. Pero como adelantamos antes en las primeras palabras de este artículo, su origen se encuentra en la estabilidad de nuestras emociones. ¿Te has preguntado por qué lo haces? Si indagamos en ello, nos daremos cuenta de que los motivos suelen ser la baja autoestima, ansiedad, frustración, depresión y otros componentes emocionales, que se han quedado con nosotros.
Para ser más exactos la profesora de psicología en la Universidad de Shefield, Fuchia sirois, opina que se debe a una incapacidad de abordar todas las emociones y estados de ánimo negativas. Y aquí en lo que muchos creíamos que había una fuerte unión con sentimientos como la pereza, Sirois apunta más bien a esa incapacidad que hemos nombrado. Realmente es un recurso para regular nuestras emociones que nos invaden en el presente que el cerebro detecta como peligro y hace todo lo posible por evadir ese camino. Enfrentar esos pensamientos o emociones como inseguridad, frustración, resentimiento o ansiedad.
“es la primacía de la reparación del estado de ánimo para corto plazo”
Existen estudios como el de el año 2013 realizado por Pychyf y Sirois que hablan de que la procrastinación “es la primacía de la reparación del estado de ánimo para corto plazo”. Hablaríamos de una asistencia inmediata de administrar los estados de ánimos negativos.
Es cuestión de emociones mal gestionadas
Cuando nos encontremos en ese momento de realizar esa tarea que nos parece compleja, la postergamos por otra más amena. Lo que nos está ocurriendo es que nos sentimos abordados por pensamientos de baja autoestima, duda, ansiedad o inseguridad. Preguntas como: ¿lo estaré haciendo bien?, ¿Qué pensaran los demás?, ¿Y si me equivoco?. Así con toda esa carga de pensamientos es cuando la actividad empieza a verse aún más dificultosa o imposible. Es interesante también darse cuenta de que al procrastinar, las emociones negativas se mantienen a flote con el peso de la culpabilidad de no haberlas cumplido. Seguido de la baja autoestima completamente auto demostrada al no haber podido hacer eso que tenías o querías hacer. Ello conduce a pensamientos rumiantes y al aumento del monólogo interior.
Hay otros expertos como Hai Hershield, psicólogo, dice que que la procrastinación es la demostración de que estamos diseñados para cometer en el presente y no para tareas largas enfocadas en el futuro. En otras palabras, no fuimos creados para pensar hacia delante en el futuro. Nuestra mente parece que da más prioridad a proveernos en el instante. Y si lo pensamos bien, realmente percibimos el futuro como extraño y por ello nos da miedo.
La amígdala es la parte del cerebro de la que hemos hablado muchas veces que se encarga de la supervivencia y la detección del peligro. Lo curioso es que habitualmente percibimos una actividad con un objetivo como amenazante para nuestro bienestar. Es por ello que nuestro cerebro siempre busca evadirlo si nuestra amígdala se activa. El resultado, es la procrastinación. También se puede traducir como mecanismo emocional para evadirnos de responsabilidades del presente que por algún motivo nos resulta amenazante.
¿Cómo podríamos salir del círculo procrastinatorio?
Encara al miedo, vívelo, siéntelo y compréndelo para que tu amígdala se acostumbre a ello. Verás que poco a poco sentirás menos intensidad hasta que quizás afortunadamente sientas erradicarlo.
Un consejo muy útil sería hacernos observadores de nuestras emociones y pensamientos que las producen al hacer la tarea. Darnos cuenta de cuando ya nos hemos distraído, ver clara la evasión y preguntarnos el por qué nos resulta tan amenazante. ¿Qué es lo que nos toca emocionalmente a nosotros que haga que queramos distraernos?
Otro consejo es buscar en nuestras propias herramientas que hagan que nuestra amígdala no se active. Hay técnicas de relajación, mindfulnes, a veces parar la tarea, hacer un descanso respirar profundo y volver a ella. También sirve encontrar una actividad que te ayude a restar ansiedad ya sea deportiva, aeróbica…
Lo que, si es cierto que ni la angustia o la falta de confianza son invencibles. Pero con solo saber que todo es producto de tu imaginación ya tienes la llave para convencerte a tí mismo de que esto es así. Estudia psicología a modo al menos de afición y descubre como funciona la mente. Esto está demostrado que resulta muy terapéutico el saber que la realidad es una y tu mente es otra. Así que esperamos que te hayas dado cuenta de que procrastinar es un autosabotaje incoherente.